GIOVANNI ANTONIO FARINA

Nació en Gambellara el 11 de enero de 1803, en un pueblo tranquilo, asentado en las colinas de la Provincia de Vicenza en Italia. Sus padres fueron Francesca Belamme y Pietro Farina. A los tres años los padres lo confiaron al tío Sacerdote, Giovanni Antonio recibió del tío la primera instrucción. Él fue su maestro y guía.

A los 14 años, Giovanni Antonio Farina, entra en el Seminario de Vicenza. Poco después, su madre queda ciega y a los 21 años perdió repentinamente a su Padre, único sustento de la familia. El joven seminarista supo aprovechar de estas dolorosas experiencias, que transformaron su corazón, haciéndolo siempre más sensible al amor de Dios y del prójimo.

Por su gran piedad y su empeño en los estudios, fue ordenado Sacerdote un año antes de lo normal el 14 de Enero de 1827. El Obispo lo nombró Capellán de la parroquia de San Pietro, una de las más grandes y pobres de la ciudad de Vicenza.

Durante 12 años, el joven Sacerdote, se entregó con abnegación y celo apostólico a la atención espiritual y material de los más pobres. Aceptó la dirección de la Pía Obra de Santa Dorotea dedicada a la educación cristiana y al cuidado de niñas pobres, luego dirigió una escuela de caridad instituida por el Conde. Giovanni Farina y al poco tiempo unió las dos y que pronto reorganizó en una sola obra.

En 1836 La obra ya daba frutos, aunque no estaba exenta de problemas. El número de alumnas aumentaba, pero algunas maestras eran ineficientes. Las dificultades y las amargas experiencias con maestras asalariadas, preocupaban al Farina, Pues quería dar a las niñas lo mejor (formación y educación). Después de tantas oraciones y sacrificios, tuvo una intuición profética: Encargar la educación de las niñas a maestras especializadas que compartieran “por Vocación” su ideal de educación en la fe y para la vida. Con este fin fundó la Congregación de las Madres Maestras de Santa Dorotea Hijas de los Sagrados Corazones El 11 de Noviembre de 1836.

El 4 de Marzo de 1888 Mons. Giovanni Antonio Farina, besó el Crucifijo que tenía entre las manos y entregó su alma a Dios.

El Papa, Juan Pablo II lo proclamó BEATO. En Roma el 4 de Noviembre del 2001.